Este año la fiesta de la Madre Mazzarello es también ocasión para recordar algunas fechas importantes que le conciernen y que conciernen a la vida del Instituto.

Hace 130 años que María Dominica murió el 14 de mayo de 1881. Sus 44 años de vida, son años de amor a Dios y a las jóvenes. Llegó a ser Madre sintiéndose siempre integrada en el gran proyecto de Dios de quien se sentía humilde colaboradora. Portadora de un gran don, el de la predilección por las jóvenes, sintió siempre profundamente la responsabilidad de hacerlo fecundar.

Madre de muchas jóvenes y de muchas fma, sabía guiar a las almas con gran realismo y sentido común. Unía una fuete y arraigada espiritualidad a una gran humanidad, fruto de su vida siempre vivida entre trabajo y oración, entre acción y contemplación.

Otro evento importante para nosotras fma es el centenario de la aprobación pontificia del Instituto. El primer artículo de las Constituciones nos lo recuerda: fuimos aprobadas el 7 de septiembre de 1911 por Pío X, siendo Rector Mayor don Pablo Albera y Madre general la Madre Catalina Daghero. En ese mismo año se abrió el proceso para la causa de beatificación de la Madre Mazzarello.

Se celebran también los 60 años de su canonización ocurrida en 1951.

Su santidad fue sencilla y cotidiana, de una mujer con un enorme deseo de evangelizar. Para ella era importante “hacer conocer y amar a Dios”. El Señor era su felicidad, una felicidad rebosante, que no podía reservarse para sí.

Si se releen los testimonios presentados durante el proceso para la canonización, son muchas las atestaciones de afecto para una mujer que supo conservar las características de una madre concreta, atenta, que se olvida de sí.

Hace poco que concluyó la fiesta del gracias a la Madre Yvonne Reungot. La inspectoría del Uruguay, para involucrar a todas la fma del mundo, propuso a cada Conferencia Interinspectorial leer y profundizar una carta de la Madre Mazzarello y de procurar contestarle. Han llegado muchas, sería muy interesante, durante los días que nos preparan a la fiesta, retomarlas y repensar en lo que nos diría hoy.

El regalo más hermoso para su fiesta, quizás, es precisamente redescubrir la alegría de una vida santa, en el día a día de nuestra vida, con un corazón capaz que sepa siempre remitir a un Mas allá de alegría y de amor.