Mayo Mes de Maria Auxiliadora |
La Iglesia ha dedicado el mes de mayo a MarÃa, a la dulce Reina de nuestras vidas, es por eso que comenzando con una simple oración le regalamos nuestro corazón:
Oh MarÃa, oh dulcÃsima, oh dueña mÃa!. Vengo a entregarte lo poco que poseo yo, pues sólo tuyo soy para que lo pongas en oblación ante el Trono de nuestro Señor. Te doy mi voluntad, para que no exista más y sea siempre la Voluntad del Padre Celestial.
Cada dÃa del mes de mayo tiene que ser una flor para MarÃa. Por eso le regalaremos en cada jornada de su mes una meditación, una oración, una decena del Santo Rosario y una florecilla. De este modo iremos formando un ramo de flores para nuestra Reina del Cielo que nuestros ángeles custodios le llevarán en actitud de veneración.
Santo Domingo Savio nació cerca de
TurÃn el 1842. Sus padres, Carlos y BrÃgida, eran fieles cristianos, que
procuraron buena educación para sus hijos. Era costumbre comulgar más tarde,
pero Domingo fue admitido a los siete años dada su buena preparación. Entre los
propósitos de aquel dÃa figuran: "Mis amigos, Jesús y MarÃa. Antes morir
que pecar". Y los cumplió.
A los doce años su padre se lo
presentó a Don Bosco. - ¿Para qué puede servir esta tela?, preguntó Savio. -
Para hacer un buen traje y regalárselo a Nuestro Señor. - Entendido. Pues yo
soy la tela y usted el sastre: hagamos ese traje. Y de este modo entró Domingo
en el colegio de Don Bosco, llamado "el Oratorio".
Oyó un dÃa decir a Don Bosco:
"Es voluntad de Dios que todos seamos santos. Es fácil hacerse santos,
pues nunca falta la ayuda de Dios. Hay grandes premios para quien se". Y
Domingo decidió hacerse santo. Don Bosco, su confesor y director, le enseñó que
para ser santo no hacen falta grandes penitencias, sino cumplir la voluntad de
Dios y servirle con alegrÃa. Para ello es necesario sobrellevar con paciencia
las molestias del prójimo, convertir en virtud lo que es necesidad, cumplir
alegremente el propio deber y trabajar con ilusión por la salvación de las
almas.
Domingo tenÃa su genio y sus
arrebatos, pero aprendió a dominarlos. También pasó por la crisis de la edad.
Don Bosco le repetÃa: "Constante alegrÃa. Cumplimiento de los deberes sin
desfallecer. Empeño en la piedad y el estudio. Participar en los recreos, que
también pueden santificarse". Y tanto se esforzó éste pequeño apóstol que,
según Don Bosco "Savio llevaba más almas al confesonario con sus recreos
que los predicadores con sermones".
Era muy amante del canto. TenÃa una
voz hermosÃsima. El Papa PÃo XII lo nombró patrono y modelo de los Pueri
Cantores del mundo entero. Purificaba la intención: cantaba sólo para agradar a
Dios. En la clase siempre estaba entre los primeros. También en esto querÃa dar
ejemplo. SabÃa que cada minuto de tiempo es un tesoro. SabÃa que el tiempo es
cielo.
Se desvivÃa por sus compañeros. Les
aconsejaba, les corregÃa, les consolaba, les reconciliaba, como a dos que se
habÃan desafiado "a muerte". Les socorrÃa. A no le dio sus guantes,
aunque él tenÃa sabañones. No tenÃa respetos humanos. Era valiente en la
profesión de la fe. No toleraba palabras malsonantes y menos blasfemias. Una
vez sus compañeros tenÃan en sus manos una revista sucia. Se la arrebató y la
rompió en mil pedazos.
Practicó una devoción tierna y
profunda a la Virgen. A ella entregó su corazón. Vibró con emoción cuando en
1854 PÃo IX definió el dogma de la Inmaculada Concepción. Su amor a Jesús
Sacramentado era extraordinario. Apenas despertaba, su corazón volaba al
sagrario. Le gustaba ayudar a Misa. ParecÃa un serafÃn cuando la ayudaba. HacÃa
frecuentes visitas "al Prisionero del altar". Otro de sus grandes
amores era el amor al Papa. El Señor le premió estos amores con gracias y
carismas muy especiales.
De repente se presentó una misteriosa
enfermedad. Las causas pudieron ser el rápido crecimiento, el esfuerzo en el
estudio -pues deseaba ser un santo y sabio sacerdote- y la tensión espiritual,
en su afán por la salvación de las almas -otro de los amores de Don Bosco-
especialmente en misiones.
Cuando se acercaba la muerte, abrió
los ojos y dijo: "¡Qué cosas tan hermosas estoy viendo! ¡La SantÃsima
Virgen viene a llevarme!" y asà expiró. Era el 9 de marzo de 1857. PÃo XII
lo proclamó Santo el año 1954.